martes, 6 de noviembre de 2012

SAN JUAN - Valle de la luna



Salimos a las 8 de la mañana de la ciudad de San Juan rumbo al Parque Provincial Ischigualasto. Todavía sentíamos el cansancio del viaje desde Sierra de las Quijadas. Habíamos llegado a eso de las 10 de la noche.
De vuelta en la ruta decidimos visitar el Santuario de la Difunta Correa en Vallecito, muy
venerada en Argentina. Cuenta la leyenda que en el año 1835, Dolinda Correa huyó hacia el desierto con su bebe en brazos, perseguida por unos hombres. Luego de varios dias, la encontraron muerta (a causa de la sed) y con su hijo vivo, gracias a que se seguía alimentando del pecho de su madre sin vida. En la rutas argentinas, es muy común ver al costado de las mismas pequeños altares con botellas llenas de agua que los automovilistas se paran a dejar y pedir su protección.






Luego de hacer 64Km, llegamos al Santuario de la Difunta Correa. El mismo está compuesto por un una gran edificación central y varias más chiquitas. Cada una de ellas tiene ofrendas especiales que la gente fue dejando en agradecimiento. Por ejemplo, hay una de estas "casitas" que tiene vestidos de novias, otras con fotos de niños, maquetas de casas, camiones de juguetes, etc. Hay hasta un auto, una moto y camisetas que algunos jugadores de fútbol profesionales han dejado.


Al salir del santuario, retomamos la RN141 y luego el empalme con las ruta provincial 510 para llegar a la 13hs de la tarde a San Agustín del Valle Fértil, ciudad más próxima a la entrada al parque. Aquí, en la oficina de turismo nos brindaron información acerca de los horarios del parque y folletería.


Alrededor de las 15hs llegamos al parque y para nuestra sorpresa éramos los únicos turistas. La tarifa que se debe abonar para ingresar al parque incluye un guía, que es obligatorio para poder recorrerlo. No recuerdo su nombre pero sabía mucho y respondía con amabilidad a las mil preguntas que le hacíamos. Se subió al auto y comenzamos el recorrido cuya primer parada es el Valle Pintado, paisaje que se asemeja al lunar y que le da el nombre al parque. Es increíble los colores y las formas que se dan en este sitio. Pudimos contemplar el valle el tiempo que }quisimos, cosa que no debe ser muy común en temporada alta de turismo.


Luego, nos subimos al auto nuevamente hasta el sector de la "Cancha de Bochas". Se llama de esta forma a un área del terreno en donde se encuentra n dispersas sobre el piso, varias bolas de piedras. Lo curioso es que estas no deben su forma a la erosión del viento, sino que emergen del interior de la tierra con esta forma debido a un proceso específico. Nos contó el guía que hace un par de años había muchas más "bochas", pero la gente se las ha ido llevando, ¿para qué? (¡Ay Argentinos!).


Dejando atrás la cancha de bochas, recorriendo los senderos internos, de repente nuestro guía se detiene y levanta del piso una piedra que nos pide que la veamos en detalle: era parte de un hueso petrificado de dinosaurio. De allí en más nos fijamos en cada piedra que se nos cruzaba por el camino y descubrimos que estábamos en un gran oasis de restos fósiles. Cerca de los senderos, tambien hay formaciones rocosas menores que tienen diferentes formas, como ser la de una tortuga, una silla de barbero y una más grande que se asemeja a un gusano. En esta última nos detuvimos y el guía nos hizo notar los diferentes estratos que la componian. Cada uno era compuesto por un tipo diferente de roca. Debajo de uno de estos, observamos la forma de un helecho prehistórico que había dejado su huella cuando ese estrato todavía era lodo.





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